Puede que sea la crisis. En las últimas semanas, las noticias sobre ovnis han vuelto a ocupar espacios en los medios. También en Galicia, continuando una tradición que se remonta a 1945
A finales de 1997, el ufólogo José María Lesta participaba en el 15.º Congreso de Magia y Brujería de Galicia. «Nos encontramos en la meca de los ovnis», apuntó por aquel entonces. Dicha estimación se sostenía en el avistamiento de al menos 220 objetos voladores no identificados en solo cinco meses, entre noviembre de 1995 y marzo de 1996, más de la mitad de los que se habían producido en la comunidad en los anteriores cincuenta años. Hoy en día, las noticias sobre expedientes X no afloran en los medios, pero los expertos en la materia proclaman que estos siguen ahí fuera.
La extraña irrupción de unas luces intermitentes sobre el puente de la ría coruñesa de O Burgo el pasado 26 de septiembre parece darles la razón. Se trataba de unos pequeños fogonazos que se movían rápido, en distintas direcciones y que dejó «flipando» a los vecinos que las apreciaron. La policía no encontró ninguna explicación para tranquilizar a los testigos, que optaron por definir el suceso de la forma más habitual: «Era algo muy raro».
A este misterio hay que añadir la oleada de vídeos colgados en la Red sobre visiones insólitas en los cielos galaicos. El más popular, protagonizado por unos pescadores que se quedan de piedra al ver un artefacto desconocido cayendo al mar, ya ha sido desenmascarado, si bien el entusiasmo por estas imágenes no hace sino alimentar el debate entre los más escépticos y los que creen en la vida más allá de nuestro planeta.
La relación de Galicia y los ovnis viene de muy lejos. Hay cientos de casos, de todos los tamaños y colores, referidos a humanoides, bolas de fuego que atraviesan las nubes, enormes agujeros en el monte y hasta objetos luminosos que adelantan a vehículos en plena carretera.
Oficialmente se cita como el primer avistamiento de todos los tiempos el efectuado el 24 de junio de 1947 por el estadounidense Kenneth Arnold, quien se permitió el lujo de acuñar la expresión platillo volante. Pero un coruñés se le había adelantado. Dos años antes, mientras el mundo se redimía de los devastadores efectos de la guerra, el meteorólogo Óscar Rey Brea realizaba el verdadero bautismo sobre los enigmas del firmamento.
A partir de ahí, los casos de ovnis, extraterrestres y demás familia se fueron extendiendo. Y, por supuesto, también a Galicia. La noche del 18 de octubre de 1949, el vecino A.L.P. regresaba a su aldea de Lindín tras acudir a la fiesta de As San Lucas. Este hombre aseguró haberse cruzado por el camino con dos figuras extraordinariamente altas, que tenían la cabeza cubierta por dos conos y que viraron de forma anormal a su paso, como si estuviesen unidos por los hombros. Casi medio siglo después, en el municipio ourensano de Trives tenía lugar un encuentro asombrosamente parecido. El 20 de febrero de 1997, Heliodoro Núñez se hallaba cuidando de sus ovejas en una pradera cuando, sin motivo aparente, sus dos mastines decidían ladrar con ferocidad. Nunca podría olvidar lo que vio. Dos seres enormes, ocultos de cintura para abajo por unos matorrales y que formaban un conjunto, como siameses. Corrió a buscar ayuda, pero, a su regreso junto a otras personas, no había nada ni nadie.
El investigador gallego Marcelino Requejo pidió a ambos testigos que elaborasen unos simples dibujos de aquello. Los dos bocetos, con una diferencia temporal tan elevada y sin tener conocimiento el uno del otro, resultaron casi idénticos.
Seres de 250 kilos
Echando la vista atrás, se puede dar cuenta de infinidad de apariciones en Galicia, algunas dignas de entrar en los archivos de Fox Mulder. El 2 de abril de 1966, un cabo primero, un celador y dos marineros observan desde la estación de radio de A Carreira (Ferrol) un objeto lumínico que se modifica cada cinco minutos. Uno de ellos fotografía el fenómeno, pero en la instantánea solo se apreciaba una mancha blanca sobre fondo negro.
Ese día, pero del año 1969, un conductor que circulaba por la carretera Madrid-Ferrol a la altura de Becerreá prometió que otra peculiar luz le adelantó a ras de suelo por su izquierda. Tan pronto se bajó del coche, la supuesta nave se esfumó.
Redondo y verdoso
En marzo de 1974, los receptores son un peluquero y una niña vigueses. El primero, Juan Minguela, afirmó haberse despertado por el ruido de un gran aparato redondo y verdoso. Ella, María del Carmen Boullosa, aprecia desde su casa un ovni deslumbrante. Tuvo que ser atendida por un psiquiatra.
De especial credibilidad son algunos testimonios militares, como el del 5 de diciembre de 1989. Miembros de la Guardia Civil de Castro (A Coruña) alertan a la torre de control de Lavacolla sobre la presencia de un chocante objeto en el aire, «lenticular, lento y brillante». A la vez que se originan interferencias, los radares lo detectan y se pide ayuda a aviones civiles que pasan por la zona. Ninguno lo ve.
Misterios desvelados
Si bien no es lo más habitual, algunos de estos misterios han sido destapados por los investigadores. El 18 de enero de 1994 un elemento luminoso se daba una vuelta sobre A Coruña y, a los pocos días, se descubría un gigantesco cráter en una ladera plagada de árboles en la parroquia de Cando de Arriba. Las indagaciones de los miembros del observatorio santiagués Ramón María Aller verificaron que los dos arcanos no tenían nada que ver, ya que la luz era un bólido y el boquete fue debido a un corrimiento explosivo de tierras. Menos tranquilizadoras resultaron las conclusiones de Requejo sobre el hallazgo de unas increíbles huellas el 6 de marzo de 1996 en una finca de Ferrerías (Lugo). «Llevamos los moldes al departamento de zoología de la Facultad de Veterinaria de Santiago y nos confirmaron que no pertenecían a ningún animal conocido y que lo que las causó pesaba 250 kilos como mínimo».
http://www.lavoz.es/sociedad/2009/10/17/00031255801045983471637.htm
A finales de 1997, el ufólogo José María Lesta participaba en el 15.º Congreso de Magia y Brujería de Galicia. «Nos encontramos en la meca de los ovnis», apuntó por aquel entonces. Dicha estimación se sostenía en el avistamiento de al menos 220 objetos voladores no identificados en solo cinco meses, entre noviembre de 1995 y marzo de 1996, más de la mitad de los que se habían producido en la comunidad en los anteriores cincuenta años. Hoy en día, las noticias sobre expedientes X no afloran en los medios, pero los expertos en la materia proclaman que estos siguen ahí fuera.
La extraña irrupción de unas luces intermitentes sobre el puente de la ría coruñesa de O Burgo el pasado 26 de septiembre parece darles la razón. Se trataba de unos pequeños fogonazos que se movían rápido, en distintas direcciones y que dejó «flipando» a los vecinos que las apreciaron. La policía no encontró ninguna explicación para tranquilizar a los testigos, que optaron por definir el suceso de la forma más habitual: «Era algo muy raro».
A este misterio hay que añadir la oleada de vídeos colgados en la Red sobre visiones insólitas en los cielos galaicos. El más popular, protagonizado por unos pescadores que se quedan de piedra al ver un artefacto desconocido cayendo al mar, ya ha sido desenmascarado, si bien el entusiasmo por estas imágenes no hace sino alimentar el debate entre los más escépticos y los que creen en la vida más allá de nuestro planeta.
La relación de Galicia y los ovnis viene de muy lejos. Hay cientos de casos, de todos los tamaños y colores, referidos a humanoides, bolas de fuego que atraviesan las nubes, enormes agujeros en el monte y hasta objetos luminosos que adelantan a vehículos en plena carretera.
Oficialmente se cita como el primer avistamiento de todos los tiempos el efectuado el 24 de junio de 1947 por el estadounidense Kenneth Arnold, quien se permitió el lujo de acuñar la expresión platillo volante. Pero un coruñés se le había adelantado. Dos años antes, mientras el mundo se redimía de los devastadores efectos de la guerra, el meteorólogo Óscar Rey Brea realizaba el verdadero bautismo sobre los enigmas del firmamento.
A partir de ahí, los casos de ovnis, extraterrestres y demás familia se fueron extendiendo. Y, por supuesto, también a Galicia. La noche del 18 de octubre de 1949, el vecino A.L.P. regresaba a su aldea de Lindín tras acudir a la fiesta de As San Lucas. Este hombre aseguró haberse cruzado por el camino con dos figuras extraordinariamente altas, que tenían la cabeza cubierta por dos conos y que viraron de forma anormal a su paso, como si estuviesen unidos por los hombros. Casi medio siglo después, en el municipio ourensano de Trives tenía lugar un encuentro asombrosamente parecido. El 20 de febrero de 1997, Heliodoro Núñez se hallaba cuidando de sus ovejas en una pradera cuando, sin motivo aparente, sus dos mastines decidían ladrar con ferocidad. Nunca podría olvidar lo que vio. Dos seres enormes, ocultos de cintura para abajo por unos matorrales y que formaban un conjunto, como siameses. Corrió a buscar ayuda, pero, a su regreso junto a otras personas, no había nada ni nadie.
El investigador gallego Marcelino Requejo pidió a ambos testigos que elaborasen unos simples dibujos de aquello. Los dos bocetos, con una diferencia temporal tan elevada y sin tener conocimiento el uno del otro, resultaron casi idénticos.
Seres de 250 kilos
Echando la vista atrás, se puede dar cuenta de infinidad de apariciones en Galicia, algunas dignas de entrar en los archivos de Fox Mulder. El 2 de abril de 1966, un cabo primero, un celador y dos marineros observan desde la estación de radio de A Carreira (Ferrol) un objeto lumínico que se modifica cada cinco minutos. Uno de ellos fotografía el fenómeno, pero en la instantánea solo se apreciaba una mancha blanca sobre fondo negro.
Ese día, pero del año 1969, un conductor que circulaba por la carretera Madrid-Ferrol a la altura de Becerreá prometió que otra peculiar luz le adelantó a ras de suelo por su izquierda. Tan pronto se bajó del coche, la supuesta nave se esfumó.
Redondo y verdoso
En marzo de 1974, los receptores son un peluquero y una niña vigueses. El primero, Juan Minguela, afirmó haberse despertado por el ruido de un gran aparato redondo y verdoso. Ella, María del Carmen Boullosa, aprecia desde su casa un ovni deslumbrante. Tuvo que ser atendida por un psiquiatra.
De especial credibilidad son algunos testimonios militares, como el del 5 de diciembre de 1989. Miembros de la Guardia Civil de Castro (A Coruña) alertan a la torre de control de Lavacolla sobre la presencia de un chocante objeto en el aire, «lenticular, lento y brillante». A la vez que se originan interferencias, los radares lo detectan y se pide ayuda a aviones civiles que pasan por la zona. Ninguno lo ve.
Misterios desvelados
Si bien no es lo más habitual, algunos de estos misterios han sido destapados por los investigadores. El 18 de enero de 1994 un elemento luminoso se daba una vuelta sobre A Coruña y, a los pocos días, se descubría un gigantesco cráter en una ladera plagada de árboles en la parroquia de Cando de Arriba. Las indagaciones de los miembros del observatorio santiagués Ramón María Aller verificaron que los dos arcanos no tenían nada que ver, ya que la luz era un bólido y el boquete fue debido a un corrimiento explosivo de tierras. Menos tranquilizadoras resultaron las conclusiones de Requejo sobre el hallazgo de unas increíbles huellas el 6 de marzo de 1996 en una finca de Ferrerías (Lugo). «Llevamos los moldes al departamento de zoología de la Facultad de Veterinaria de Santiago y nos confirmaron que no pertenecían a ningún animal conocido y que lo que las causó pesaba 250 kilos como mínimo».
http://www.lavoz.es/sociedad/2009/10/17/00031255801045983471637.htm
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