Testigo: Silvestre C., 47 años. Viajante.
Fecha del incidente: Finales de septiembre de 2006. Aproximadamente 21:00 horas.
Primera encuesta, realizada el 22 de septiembre de 2008, por Marcelino Requejo y Manuel Carballal.
El testigo, representante comercial de una conocida empresa vinícola, lleva 21 años trabajando en la carretera, llegando a hacer, en algunos periodos, hasta 170.000 km al año. Nunca antes, ni después del incidente, ha vuelto a protagonizar ningún otro episodio anómalo similar, ni en la carretera ni en ninguna otra circunstancia. Preguntado por si le interesa la ufología o el fenómeno OVNI responde que nunca ha sentido curiosidad por ese tema, aunque, como gallego, si ha sentido curiosidad por otros temas relacionados con el mas allá o los fantasmas. Sin embargo nunca ha seguido revistas, programas especializados, ni ha tenido ninguna afición al tema. El incidente llegó a nosotros de forma casual, y no porque el testigo buscase narrar su experiencia. De hecho, en los 12 años que han transcurrido desde el incidente, nunca antes lo había comentado a nadie fuera de su círculo social más inmediato.
El dia del incidentes el testigo regresaba hacia su domicilio, en Layas (Orense) a través de la carretera N-120 que une Sarria con la capital provincial. Tras detenerse en el mirador de los Peares, donde charló con un compañero de trabajo, reanudó la marcha tras telefonear a su esposa para decirle que en unos 30 o 40 minutos estaría en casa. El periodo de hacer esa llamada es el que le distanciaba de su compañero, que arrancó antes que él siguiendo la misma carretera. El testigo insiste en que fueron apenas un par de minutos, y que por tanto el debería ver a su compañero, circulando delante, a unos pocos kilómetros, en la misma carretera. Como ocurría normalmente. Sin embargo, tras recorrer una corta distancia, se percata de dos hileras paralelas de luces, a ambos lados de la carretera, y una enorme claridad al final de la misma. El testigo interpreta que ya ha llegado a Orense, y se extraña de haber tardado solo un par de minutos en recorrer tal distancia. Sin embargo a partir de ese momento la sensación es totalmente anómala. El testigo dice sentir una profunda sensación de euforia y satisfacción. Asegura que no nota, durante todo el episodio, el rozamiento del coche sobre el firme de la calzada, “como si no tocase el suelo”. Incluso asevera que giró en varias ocasiones el volante “que se movía totalmente libre, como si el coche estuviese en el aire y las ruedas pudiesen moverse libremente”, pero sin embargo el coche continuaba circulando en línea recta.
El testigo es incapaz de calcular cuanto tiempo duró aquella situación, pero afirma que siempre veía las filas de luces, que identifica con farolas, delante de él, y aunque el vehículo circulaba en línea recta nunca las alcanzaba. Calcula que “recobró la normalidad” en la zona de Untes, muy cerca ya de su casa, pasada la población de Orense que, sin embargo, no recuerda haber atravesado. Al llegar a su casa su mujer le reprocha haberle mentido, porque le había dicho que tardaría 30 o 40 minutos en llegar, y no habían pasado más de 10 minutos desde su llamada telefónica. El testigo, que como viajante cobraba un extra en función de los kilómetros recorridos, estaba acostumbrado a controlar diariamente el cuentakilómetros del coche, asevera que en base a los kilómetros recorridos aquella tarde, le faltaban unos 60 o 70 kilómetros. Calcula redondeando que 68 km exactamente, que no aparecían en el cuentakilómetros del vehículo.
El vehículo, un Audi 80, siguió funcionando perfectamente, sin presentar ninguna otra anomalía, hasta que fue vendido en 1998. El caso coincide cronológicamente, con la época de la famosa “Oleada gallega” de 1995-1996, y presenta similitudes con otro par de casos protagonizados por automóviles, que se produjeron en dicha oleada
Fecha del incidente: Finales de septiembre de 2006. Aproximadamente 21:00 horas.
Primera encuesta, realizada el 22 de septiembre de 2008, por Marcelino Requejo y Manuel Carballal.
El testigo, representante comercial de una conocida empresa vinícola, lleva 21 años trabajando en la carretera, llegando a hacer, en algunos periodos, hasta 170.000 km al año. Nunca antes, ni después del incidente, ha vuelto a protagonizar ningún otro episodio anómalo similar, ni en la carretera ni en ninguna otra circunstancia. Preguntado por si le interesa la ufología o el fenómeno OVNI responde que nunca ha sentido curiosidad por ese tema, aunque, como gallego, si ha sentido curiosidad por otros temas relacionados con el mas allá o los fantasmas. Sin embargo nunca ha seguido revistas, programas especializados, ni ha tenido ninguna afición al tema. El incidente llegó a nosotros de forma casual, y no porque el testigo buscase narrar su experiencia. De hecho, en los 12 años que han transcurrido desde el incidente, nunca antes lo había comentado a nadie fuera de su círculo social más inmediato.
El dia del incidentes el testigo regresaba hacia su domicilio, en Layas (Orense) a través de la carretera N-120 que une Sarria con la capital provincial. Tras detenerse en el mirador de los Peares, donde charló con un compañero de trabajo, reanudó la marcha tras telefonear a su esposa para decirle que en unos 30 o 40 minutos estaría en casa. El periodo de hacer esa llamada es el que le distanciaba de su compañero, que arrancó antes que él siguiendo la misma carretera. El testigo insiste en que fueron apenas un par de minutos, y que por tanto el debería ver a su compañero, circulando delante, a unos pocos kilómetros, en la misma carretera. Como ocurría normalmente. Sin embargo, tras recorrer una corta distancia, se percata de dos hileras paralelas de luces, a ambos lados de la carretera, y una enorme claridad al final de la misma. El testigo interpreta que ya ha llegado a Orense, y se extraña de haber tardado solo un par de minutos en recorrer tal distancia. Sin embargo a partir de ese momento la sensación es totalmente anómala. El testigo dice sentir una profunda sensación de euforia y satisfacción. Asegura que no nota, durante todo el episodio, el rozamiento del coche sobre el firme de la calzada, “como si no tocase el suelo”. Incluso asevera que giró en varias ocasiones el volante “que se movía totalmente libre, como si el coche estuviese en el aire y las ruedas pudiesen moverse libremente”, pero sin embargo el coche continuaba circulando en línea recta.
El testigo es incapaz de calcular cuanto tiempo duró aquella situación, pero afirma que siempre veía las filas de luces, que identifica con farolas, delante de él, y aunque el vehículo circulaba en línea recta nunca las alcanzaba. Calcula que “recobró la normalidad” en la zona de Untes, muy cerca ya de su casa, pasada la población de Orense que, sin embargo, no recuerda haber atravesado. Al llegar a su casa su mujer le reprocha haberle mentido, porque le había dicho que tardaría 30 o 40 minutos en llegar, y no habían pasado más de 10 minutos desde su llamada telefónica. El testigo, que como viajante cobraba un extra en función de los kilómetros recorridos, estaba acostumbrado a controlar diariamente el cuentakilómetros del coche, asevera que en base a los kilómetros recorridos aquella tarde, le faltaban unos 60 o 70 kilómetros. Calcula redondeando que 68 km exactamente, que no aparecían en el cuentakilómetros del vehículo.
El vehículo, un Audi 80, siguió funcionando perfectamente, sin presentar ninguna otra anomalía, hasta que fue vendido en 1998. El caso coincide cronológicamente, con la época de la famosa “Oleada gallega” de 1995-1996, y presenta similitudes con otro par de casos protagonizados por automóviles, que se produjeron en dicha oleada
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