No sería la primera vez que operaciones de espionaje, puro y duro, se ocultan tras la pantalla OVNI, o eso pretende argumentar el fiscal que pide 70 años de cárcel para el británico Gary McKinnon, acusado de la mayor operación de ciberpiratería en la historia militar de EE.UU.
McKinnon admite haber entrado en las redes de comunicación secretas de la NASA, pero niega que lo hubiese hecho con mala intención. Fue descubierto cuando trataba de descargar fotografías de la NASA que él creía que habían sido manipuladas para ocultar pruebas de la existencia de vida extraterrestre. Miembro de la Asociación Británica de Investigación OVNI, y experto hacker informático, consiguió introducirse en las bases de datos del Pentágono, el Ministerio de Justicia, el Centro Espacial Johnson, la Oficina de Investigaciones Especiales de la Fuerza Aérea, el Ejército estadounidense e incluso la Estación Naval de Earle, que suministra municiones a la flota del Atlántico.
La fiscalía norteamericana argumenta que no se pueden excusar sus actos de ciberpiratería con el argumento de que se trata de simple acciones inofensivas de un creyente en las teorías de la conspiración perdido en el ciberespacio. Según la acusación estadounidense, el ciberpirata pretendió de forma intencionada y calculada de “influir en el Gobierno de Estados Unidos mediante la intimidación y la coerción”.
Sin embargo, para su madre, McKinnon “el problema es que esas instituciones no tenían claves de acceso. Gary las avergonzó. Entonces quisieron dar una lección y pensaron que mi hijo era un blanco fácil”. “Creo que los gobiernos tratan de asustar a la gente. Quieren crear villanos para justificar sus acciones”, critica Janis Sharp. A McKinnon se le diagnosticó el “síndrome de Asperger” el año pasado, y desde entonces es tratado por Simon Baron-Cohen, autoridad mundial en autismo.
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